Una de las claves para tener conversaciones más asertivas y efectivas, tanto en lo personal como en lo profesional, es aprender a identificar desde dónde estamos hablando: ¿desde una afirmación o desde una percepción?
¿Qué es una afirmación?
Una afirmación es una expresión que describe hechos observables y verificables. Puede demostrarse como verdadera o falsa, ya que está respaldada por datos objetivos o evidencia concreta. Por ejemplo:
- «La reunión empezó a las 9:00 a.m.»
- «En el último mes hemos tenido tres entregas fuera de plazo.»
Las afirmaciones aportan claridad porque se sustentan en la realidad compartida, no en interpretaciones personales.
¿Qué es una percepción?
Una percepción es una interpretación personal de los hechos. Refleja cómo alguien observa, experimenta o evalúa una situación, y no puede verificarse como verdadera o falsa. Lo que puede hacerse con una percepción es argumentarla, compartir desde dónde se emite y explorarla en conjunto. Ejemplos de percepciones:
- «Siento que no me estás escuchando.»
- «Me parece que estás desmotivado últimamente.»
Las percepciones no se pueden comprobar con evidencia externa. Son válidas en tanto expresan la mirada del observador.
¿Por qué es importante distinguirlas?
Cuando confundimos una percepción con una afirmación, caemos fácilmente en juicios que cierran la conversación. Por ejemplo, decir: “Tú nunca participas en las reuniones” es una percepción expresada como si fuera una afirmación, lo que puede generar resistencia. En cambio, decir: “En las últimas tres reuniones no intervienes con tu opinión” es una afirmación basada en hechos y generan conversaciones más asertivas.
Hablar desde afirmaciones nos da una base común y objetiva. Hablar desde percepciones requiere apertura y humildad, porque no buscamos imponer, sino comprender y compartir cómo vemos la situación.
¿Cómo aplicarlo en la práctica?
Cuando hables, trata de hacerlo desde afirmaciones: sustenta tus ideas con datos y hechos. Si lo que deseas compartir es una percepción, entonces argumenta con claridad desde tus pensamientos, experiencias y observaciones. Recuerda:
- Las afirmaciones se demuestran.
- Las percepciones se argumentan.
Y cuando escuches al otro, identifica desde dónde te habla. Si lo hace desde una afirmación, revisa los datos y hechos que presenta para verificar si es verdadera o falsa. Si lo hace desde una percepción, indaga, pregunta para conocer sus argumentos, y expresa también los tuyos. Una percepción no es verdadera ni falsa: es un punto de vista. Y por eso, pueden existir múltiples percepciones válidas de una misma situación.
Además, en una conversación, cuando alguien habla desde una percepción, muchas veces puedes ayudarle a llegar a una afirmación si acompañas el diálogo con preguntas y mediciones que generarán conversaciones más asertivas. Por ejemplo:
- Percepción: «No podemos trabajar en equipo.»
- Al indagar y medir: «Cuando trabajamos en equipo, nuestra productividad baja en un 40%.»
Este tipo de cambio mejora la calidad del diálogo y facilita encontrar soluciones concretas.
En conclusión
Esta mirada puede ayudarnos a evitar muchos conflictos. Con frecuencia hablamos desde percepciones creyendo que son afirmaciones, e intentamos imponer nuestra forma de ver el mundo como si fuera la única verdad. Pero si no podemos demostrar nuestro pensamiento con hechos, no estamos afirmando: estamos argumentando.
Reconocer esta diferencia nos permite bajar las barreras, escuchar mejor y construir conversaciones más abiertas y respetuosas.
Las conversaciones más efectivas no son las que se ganan, sino las que abren nuevas posibilidades. Y eso comienza cuando dejamos de discutir quién tiene la razón, para empezar a explorar cómo cada uno está viendo la situación.